Un domingo cualquiera; está atardeciendo. Recibo una llamada de mi buen amigo Jorge: pajarero, cetrero y entusiasta de muchas cosas, una de ellas es la naturaleza. Con emoción contagiosa, me dice que si puedo, que vaya para la zona del río, en Tarazona, porque hay una pareja de búhos reales posados sobre el tejado de una vivienda al lado del rio Queiles.
La situación me sobresalta, pero no me sorprende; existen un par de edificios cercanos y abandonados, que actúan de palomar y estas mismas palomas tienen costumbre de bajar al cauce del rio a beber agua en un punto muy próximo al que me describe. Además, sé que “el gran duque” no anda muy lejos por las noches. Por unos momentos vacilo, porque estoy a 30 minutos del lugar, y tal vez cuando llegue ya se habrán ido…
Finalmente acudo, descargo mi cámara, le acoplo el teleobjetivo y me decido a actuar como debo; localizo uno de los búhos, busco un buen ángulo, asiento el trípode, encuadro dejando al fondo el palacio episcopal, ajusto los parámetros de la cámara, encuadro y disparo una ráfaga.
No puedo evitar echarme una carcajada cuando amplío en el visor para comprobar el resultado obtenido y descubro una pequeña asa de metal que sale de la cabeza del animal ¿qué es eso? ¡No puede ser! … EL BÚHO ES DE PLÁSTICO.
Recorte de la fotografía anterior donde se observa la anilla en la cabeza
Es uno de esos búhos que se han puesto de moda colocar en los tejados con la esperanza de que ahuyenten a estorninos, palomas y otras aves consideradas un tanto molestas en zonas habitadas.
Cojo el móvil, llamo a Jorge y nos echamos unas risas juntos. Al final, ha sido una divertida forma de irme a casa, un domingo por la tarde, con una sonrisa compartida en los labios.
